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El corzo (II): hábitat y territorio

El corzo (II): hábitat y territorio

Enviado por Tuslances.com el 11-10-2013

El corzo “marca” el territorio y lo defiende con gran tenacidad, especialmente los machos; la intrusión de otros sujetos desencadena en el animal un fuerte instinto agresivo, y sólo las hembras son aceptadas en el interior de estas “fronteras”.
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Durante el Paleolítico, los corzos sólo eran relativamente abundantes en la Península Ibérica y Francia. En el Neolítico parece ser que aumenta su área de distribución y su densidad.

Actualmente, su adaptación a los nuevos biotopos creados por el hombre y la falta de predadores naturales, han dado lugar a un aumento del número de corzos.

En la Península Ibérica podemos encontrar siete zonas de distribución: Galicia y estribaciones de la Cordillera Cantábrica, Pirineos (con poca densidad), Cordillera Ibérica, Sistema Central, Montes de Toledo, Sierra Morena (con una población muy escasa) y Cordillera Penibética (con importantes núcleos en Cádiz y Málaga).

El hábitat del corzo

Los grandes bosques de alerces y abetos constituyen el hábitat europeo originario, pero no exclusivo, del corzo; a diferencia del ciervo, el corzo se ha adaptado perfectamente al nuevo hábitat creado por el hombre, y ha modificado en muchos casos su alimentación, que ya no está constituida exclusivamente por hojas y brotes de plantas.

El hábitat típico del corzo son los bosques poco densos, viviendo tanto en los de árboles caducifolios como en los de coníferas, con tal de que sean relativamente húmedos y presenten abundante sotobosque en donde poder ocultarse. También ha ido colonizando los nuevos biotipos creados por la influencia humana, siempre que presenten suficiente cobertura vegetal: bosques de repoblación, zonas de cultivo (en donde encuentran abundante alimento) con matorral próximo, etc. Asimismo, sobrevive en lugares donde el bosque ha sido degradado: rebollares, chaparrales, etc. La falta de agua constituye un factor limitante para el corzo.

Hábitat típico del corzo, formado por un bosque húmedo de abundante sotobosque para ocultarse.

El incremento numérico del corzo también está ligado al abandono, por parte del hombre, de la franja de colinas y de montaña baja; muchos terrenos, que ya no se consideran rentables, son abandonados, así como también lo son muchos pueblos; los prados antaño cultivados se vuelven a cubrir de hierba y de matojos, el sotobosque se hace más espeso y vuelve gradualmente el bosque.

Todo ello favorece notablemente el descenso del animal desde la montaña hasta el valle, incluso en periodos que no son los primaverales.

Al mismo tiempo, también ha disminuido la presencia de dos enemigos “históricos” de esta especie, el pastoreo y el vagabundeo (el corzo tiene pocas defensas frente a los perros vagabundos), elementos que también han favorecido su difusión.

También la caza, al seguir una orientación selectiva, ha contribuido a este fenómeno, tomando el lugar de los predadores naturales desaparecidos. De esta manera, el hábitat del corzo europeo cubre una franja de territorio muy vasta, desde los 1700-1800 m hasta casi el nivel del mar, aunque en nuestro país el corzo tiende a situarse en zonas montañosas.

La territorialidad del corzo

La imagen más común del corzo es la de un animal dulce, tranquilo y de buen carácter; pero, en realidad, es un gran individualista, con frecuentes manifestaciones de cólera, ira y nerviosismo.

Estos comportamientos se acompañan con acentuadas manifestaciones de territorialidad; el corzo “marca” el territorio y lo defiende con gran tenacidad, especialmente los machos; la intrusión de otros sujetos desencadena en el animal un fuerte instinto agresivo, y sólo las hembras son aceptadas en el interior de estas “fronteras”. Cada sujeto marca “su” reino con una abundante serie de señales, olfativas y visuales. Las fronteras están constituidas por matojos y por pequeños arbustos, contra los cuales el corzo se restriega con gran decisión,  efectuando enérgicos frotamientos y dejando en la vegetación el inconfundible olor del líquido que contienen sus glándulas, situadas en la base de los cuernos. Es muy frecuente observar un corzo que se encarniza con la vegetación, corneando arbustos y matojos; todo ello es una forma precisa de marcar su territorio, dentro del cual puede vivir un solo animal con su familia, con derecho exclusivo de pastoreo y dominación.

El corzo marca su territorio con señales olfativas, dejando en el terreno el líquido que segrega su pezuña, o en los árboles el líquido de las glándulas siuadas en la base de las cuernas, como se aprecia en la foto.

En el periodo de la reproducción, esta actitud territorial se vuelve aún más intransigente; además de las hembras, el macho dominante suele aceptar tan sólo los sujetos que demuestran claramente una sumisión total. Cualquier otro corzo es inmediatamente expulsado con furiosas persecuciones y fuertes ladridos (muy parecidos a los del perro).

Si dos machos fuertes se encuentran dentro de un mismo territorio, la cuestión se resuelve mediante violentos duelos, cuernos contra cuernos, al igual que sucede en los ciervos.

Sólo las hembras son aceptadas por el macho en su territorio

En estas ocasiones, las frecuentes anomalías en los cuernos del corzo distinguen posteriormente a los denominados corzos “asesinos”. Cuando un corzo macho provisto de cuernos normales se enfrenta con un sujeto con un trofeo atrofiado (es típico el ejemplo del corzo con cuernos ahusados y punta única), el cruce de los cuernos se resuelve con heridas que a menudo son mortales.

Quien critica la caza selectiva, muy a menudo ignora que abatir un corzo “asesino” puede significar la salvación de otros animales con los que se podrían haber producido duelos cruentos

Un signo inequívoco, bien conocido por los cazadores, de la presencia del corzo son las marcas en la corteza de los árboles, provocadas por el animal a la altura de su hombro y, por ello, no se pueden confundir con las producidas por el ciervo. Son menos evidentes, aunque tienen el mismo significado, las señales en el terreno realizadas con las patas posteriores y marcadas por el líquido segregado por las glándulas interdigitales que se encuentran en la pezuña. El comportamiento agresivo de estas manifestaciones territoriales se debe, parece ser, a factores específicamente hormonales.

Una señal para establecer la presencia de un corzo en un territorio es el descortezamiento de los árboles

 


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